miércoles, 10 de junio de 2020

DECIMOTERCERA CLASE

¡¡Buenos días, chic@s!! 

Terminando La Ilustración De Raza 3d Aislado Sobre Fondo Blanco ...En la clase de hoy trabajaremos los bloques de Sintaxis y Comunicación. ¡Ánimo...al trabajo, con alegría...que ya queda muy poquito! 

SINTAXIS

1. Subraya la proposición subordinada y encierra el nexo -cuando lo haya- entre corchetes. Al lado, indica de qué tipo de proposición subordinada se trata y qué función cumple. Si hay que hacerlo, analiza el nexo también. Te resuelvo un ejemplo para que lo tengas como modelo:

Pilar, que lo sabía desde el principio, me lo contó mucho después.

Pilar, <que> lo sabía desde el principio, me lo contó mucho después. 

La parte subrayada es una proposición subordinada adjetiva en función de adyacente. El nexo es un pronombre relativo que cumple la función de Sujeto dentro de la oración subordinada.


¡Ahora tú! Sigue el modelo de esa respuesta con estas oraciones compuestas. OJO: puede haber subordinadas sustantivas y adjetivas.


- Me parece muy importante que tu pareja confíe plenamente en ti

- Mi hermana quiere una casa desde la que se vea el mar

- Ese es el libro del que te he hablado tanto

- Me dicen que todo va bien y se quedan tan contentos

- El delegado no se acordó de entregar el parte de ausencias

- Nunca sabrás cuánto que quiero

- Lo importante es quién lo hizo

- Se arrepintió mucho de haberlo ocultado a toda su familia

- La mujer con la que se casó Julia se llama Laura


COMUNICACIÓN

Lee con atención el siguiente texto de Rosa Montero publicado en El País el pasado mes de abril:


Es lo más duro, todas esas muertes sin el consuelo de los velatorios y muchas sin la mera posibilidad de haberles dicho adiós. Siempre me han fascinado los diversos ritos funerarios que el ser humano ha ido creando a lo largo de la historia. La muerte es algo tan grande y tan inmanejable, sobre todo para los que nos quedamos aquí y tenemos que lidiar con la inaudita desaparición de un ser querido, que nos vemos obligados a buscar trucos defensivos. Y, como la muerte no se deja domesticar por medio de las palabras (el verdadero dolor nos enmudece), recurrimos a las ceremonias colectivas para encontrar consuelo.

Barcas llameantes que se internan en el mar para los vikingos, pirámides y momificaciones para los egipcios, cremaciones sagradas para los budistas, cementerios tan monumentales que terminan siendo verdaderas ciudades de la muerte. Y luego las manías peculiares de cada cultura: los musulmanes tienen que ser enterrados sin caja, de costado y mirando a La Meca; los aborígenes de Australia colocan el cuerpo en una plataforma, lo cubren de hojas y lo dejan pudrir al aire libre; en el pueblo de los Sagada, en Filipinas, cuelgan los ataúdes de los acantilados, porque así los tienen muy cerca del cielo (qué hermoso); y los parsis de Bombay usan las sobrecogedoras Torres del Silencio, construcciones de piedra en donde son depositados los cadáveres para que los buitres los devoren, lo cual, si se piensa bien, posee una salvaje y ecológica belleza.

Sí, tenemos que hacer algo con la muerte, tenemos que apresarla con rituales justamente para salvar la vida. Por eso desde siempre una de las medidas más claras de la devastación que produce una catástrofe es el hecho de que nos robe esa liturgia final. Sucede en las guerras, con los muertos desaparecidos en combate; sucede en las explosiones que evaporan cuerpos, como los accidentes de avión o las Torres Gemelas. Y sucede en las pandemias. Cuando los cronistas de las diversas pestes que ha sufrido la humanidad querían resaltar el horror supremo de lo que estaban viviendo, hablaban de eso: de los miles de muertos sin enterrar porque “quienes cavaban ya no daban abasto”, como decía Procopio de Cesarea en la plaga del año 541; o lo que escribió, durante la Gran Peste de 1348, Agnolo di Tura, un vecino de Siena, en donde había muerto la mitad de la población: “Enterré con mis propias manos a cinco hijos en una sola tumba. No hubo campanas. Ni lágrimas. Esto es el fin del mundo”. No, no hubo campanas, no hubo rito, no hubo una despedida apropiada y, por lo tanto, no hubo salvación.

Y esto es lo más demoledor que está pasando ahora con el coronavirus. Todas esas muertes cada día, todas ellas sin el consuelo de los velatorios y muchas, además, sin la mera posibilidad de haberles dicho adiós. Y todos esos deudos encerrados en la soledad de sus casas, necesitados de lágrimas amigas que les mojen los hombros y contemplando cómo sus muertos se convierten en un simple número dentro de un listado. Tenemos que hacer algo con ese ingente dolor. Y hay que hacerlo ya. Cuando la situación mejore, en cuanto podamos permitírnoslo, hay que organizar funerales de Estado y ceremonias colectivas como esos tres minutos de silencio que hicieron en China. 

Ya lo dice la Ilíada, ese libro de hace casi 3.000 años que hoy nos sigue hablando con elocuencia. Cuando Aquiles, envenenado por la ira, mata en combate al noble príncipe Héctor, comete con él la mayor y más inconcebible de las iniquidades: ata el cadáver por los tobillos a su carro de guerra y lo arrastra y mantiene a la intemperie durante doce días. Tiene que llegar una noche disfrazado el anciano rey Príamo hasta su campamento y suplicar de rodillas al feroz Aquiles que le devuelva el cadáver de su hijo (cosa que logra, por cierto). La Ilíada está llena de brutalidades y degollinas, pero la profanación del cadáver de Héctor es lo más atroz, es, de hecho, el clímax del libro. Porque quien no respeta a sus muertos, no respeta nada. Ni siquiera a sí mismo.

2. Formula la intención del texto leído.

Ahora vamos a repasar la estructura del texto argumentativo. Te recuerdo los elementos que conforman su estructura:


Elementos de su estructura:  

                      Introducción: Se presenta el tema del que se va a opinar.
                      
                      Tesis: Se plantea la idea o visión personal que se va a defender.

                      Cuerpo argumentativo: Se explican las razones o argumentos que                                                                           sirven para defender esa tesis). 

                      Conclusión: Se cierra correctamente el texto.


Para que veas cómo podrías analizar la estructura del texto de Rosa Montero, te lo hago yo, para que te sirva de ejemplo. Obsérvala con atención, que en el último ejercicio de hoy te pediré que hagas tú lo mismo. Si no ves bien la imagen de abajo, ¡Haz clic!



Espero que recuerdes también que en función de dónde aparezca la tesis (al principio, al final o en ambos sitios), la estructura del texto recibe uno u otro nombre:


 



3. Teniendo en cuenta la aparición de la tesis, ¿de qué tipo sería la estructura del artículo periodístico de Rosa Montero? Justifica tu respuesta.

Pues bien, ahora serás tú quien analice la estructura de otro artículo periodístico, en este caso, también publicado en el diario El País por el escritor Juan Goytisolo, que ya trabajamos en clase. Te recomiendo que leas el texto -al menos- dos o tres veces antes de ponerte a trabajarlo, especialmente, el primer párrafo, que puede ser el que te resulte más complejo: 



MAL BICHO, PERO GENIAL

 En un excelente artículo publicado recientemente en estas mismas páginas, Mario Vargas Llosa comentaba la lamentable decisión del Gobierno francés de suspender un  proyectado homenaje a Louis-Ferdinand Céline, debido a su odioso antisemitismo y su abierta colaboración con los nazis. Comparto enteramente este rechazo de Vargas Llosa ante la actuación francesa. En todos los países e idiomas hay algunos poetas y narradores que, como el novelista francés mencionado, aunaron el talento con un pensamiento y conducta absolutamente imperdonables.

  Los escritores son seres humanos con diversos grados de nobleza y miseria y en la lista de quienes encarnaron esta última, Vargas Llosa menciona con razón a Quevedo. El autor de algunos de los más bellos sonetos de amor escritos en nuestra lengua y de una obra de la riqueza e inventiva verbal del Buscón era, desde el punto de vista de la ética y de la honradez exigibles a una persona, un perfecto mal bicho. Sus poemas satíricos y burlescos (412 sin contar los que contienen hirientes burlas de algunos de sus colegas) compendian un vasto muestrario de racismo, antisemitismo, misoginia y homofobia que no perdonan a nadie con excepción de los militares y de los curas de misa y olla.

   Las burlas hacia los negros, los mulatos, los moros (nacida en la morería / sin que tú puedas negarlo; / si las moras son perras / de casta le viene al galgo), de las viejas (la tumba os está    -esperando-), de las flacas, de las de baja estatura (enana sois entre los pigmeos), de los homosexuales (Tú que caminas en campaña rasa / cósete el culo, viandante, y pasa)…ocupan docenas de páginas de su extensa vena satírica. Quevedo sólo salva de la quema, como dijimos, a quienes profesan la carrera de las armas o del sacerdocio, las únicas que él creía nobles y dignas de un hidalgo español.

   Extrañamente, el autor de unas composiciones de amor que deslumbran, en La hora de todos, se entrega, sin embargo, a la más repugnante misoginia: "Considérala (a la mujer) padeciendo los meses (se refiere al periodo menstrual), y te dará asco, y cuando esté sin ellos, acuérdate de que los ha tenido y que los ha de padecer, y te dará horror lo que te enamora, y avergüénzate de andar perdido por cosas que en cualquier estatura de palo tienen menos asqueroso fundamento". ¿Se puede ir más lejos en la aversión del otro sexo?

 Las relaciones entre artistas o creadores han sido siempre un semillero de odios, disputas y rencillas, pero la saña de Quevedo con sus rivales supuestos o reales no admite parangón en nuestras letras. Sus décimas contra Góngora, de quien dice que es homosexual (De vos dicen por ahí / Apolo y todo su bando / que sois poeta nefando / pues cantáis culos así) y de ascendencia judaica (¿Por qué censuras tú la lengua griega / siendo solo rabí de la judía / cosa que tu nariz aun no lo niega?) resultan todavía más deleznables si se tiene en cuenta que ambas circunstancias eran castigadas con las hogueras de la Inquisición.

Los romances, décimas y letrillas de Quevedo no carecen de gracia, pero dicen muy poco a favor de la calidad humana de quien los perpetró. Y lo más curioso es que también se podría hablar del dudoso origen del patrioterismo de Quevedo, que no obedecía únicamente a unos sentimientos viscerales de pertenencia a una gran nación cuyo declive advertía; sino más bien a su afán de hacer carrera en la corte y acumular beneficios.  Está hoy bien documentado que recibía un sueldo por “filtrar” información al embajador de Francia; es decir, que vendió información al mayor enemigo de su país. Se ve que su exaltación nacionalista y católica no andaba reñida con el provecho de su bolsillo.

Tan solo esto lo distingue del novelista francés Céline al que su gobierno le ha retirado un homenaje; ya que este nunca estuvo muy atento al arte de hacer carrera. En todo lo demás, Quevedo comparte con él el genio literario y una conducta ignominiosamente vil y rastrera.



4. De acuerdo con la aparición de la tesis en el texto, aclara cómo se denominaría su estructura (deductiva, inductiva o encuadrada).

5. Analiza los elementos que aparecen en el artículo de Juan Goytisolo. Tomando como referencia el que te he propuesto yo de Rosa Montero: ¿de dónde a dónde iría la introducción, de dónde a dónde aparecería el cuerpo argumentativo (y cuántos argumentos y de qué tipo incluiría) y dónde comienza la conclusión?

¡¡Enhorabuena!! Has terminado una intensa clase de trabajo de Lengua en la que has profundizado en el conocimiento y el dominio de tu propio idioma (sí; ese que utilizas para pensar aun cuando hablas contigo mism@. Así que imagínate lo importante que es mejorar el uso de la herramienta que usas para pensar...ahí lo dejo).


Qué es y cómo podemos alcanzar la alegría - Salud - ELTIEMPO.COM



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